Un día en Galipán o el Disney criollo (Il Picaccio)

Para los venezolanos que aún vivimos en este país, ir a Galipán es similar a un día en Disney. Lleno de lugares inexplorados, altas concentraciones de gente, subidas y bajadas llenas de adrenalina y souvenirs (suspiros, eucaliptos, duraznos, fresas y flores varias).

Cualquier mortal tiene dos formas de ir al Disney criollo, contratando un 4×4 que lo recoge en el Hotel Ávila o por medios propios, entiéndase una camioneta 4×4. Si su decisión es la primera opción, ya sea por falta de medios propios o desconocimiento de su medio de transporte (usted no sabe cómo usar el 4×4 de su camioneta y perdió el manual), prepárese física y mentalmente para el trip.

Vaya el gimnasio y haga squats, prepare sus glúteos. Métase en clases de Yoga y aprenda técnicas de respiración y meditación, las necesitará al momento del regreso.

Si, por el contrario, usted tiene un 4×4 y sabe usarlo, deje el culillo a un lado y suba. El camino puede ser largo, sobre todo si no tiene GPS y es primera vez que sube -olvídese de Waze, ese señor no entiende qué es Galipán-. Piérdase, vale la pena. Sin embargo, tome en consideración que pasará por un guarda parques lleno de guardias que, lejos de guardar el parque, están ahí para hacerle perder juventud y le jurungararán hasta el espacio que hay entre sus dedos del pie, buscando como resolver el fin de semana con unos bolivaritos adicionales. Por esta razón, esconda las botellas de licor, los cigarros (o cualquier cosa que se fume), las pastillas para el dolor de cabeza, el aceite para el carro, etc. Use su creatividad. No se deje jo…

Una vez que usted venza al sistema, lo que viene es un viaje lleno de curvas, recurvas (sacado del letrero), depresiones y pendientes pronunciadas y peligrosas. Pero con un clima divino, árboles, helechos, eucaliptos y muchos sitios por visitar.

No es la primera vez que subo a Galipán y he tenido la oportunidad de comer en sitios divinos como Granja Natalia, Le Galipanier (ahora Cima de Mar), Soho y Casa Pakea. Esta vez invité a mis tíos. Tenían alrededor de 10 años que no iban a Galipán, producto de un trauma ocasionado por un galipanero en 4×4 a 180 Km/h en aquellas curvas.

Paseamos un rato e hicimos tin marín de las vías hasta que llegamos a Il Picaccio. Había neblina y no se veía muy bien el camino, pero antes de irnos precipicio abajo estacionamos el carro. Haga lo mismo, sea prudente.

Después de estacionar, nos tocó bajar una pendiente altamente peligrosa a pie. Absténgase de llevar tacones, zapatos nuevos o de suela resbalosa. Evite hacer culicross.

En la entrada, una amable señora nos preguntó si teníamos reservación. Todos nos vimos con cara de grosería. La señora me pidió mi nombre y mi número de teléfono. Pensé que nos iba a llamar cuando se desocupara una mesa, pero para mi sorpresa nos pasó inmediatamente. Todavía me pregunto para qué me pidió los datos.

Nos sentaron en una mesa al lado de la ventana y nos atendió una mesonera de lo más simpática. La oferta básicamente es un menú degustación o carta abierta. El menú degustación incluye 4 entradas pequeñas por persona -bruschettas, tartar de atún, tartaletas de salmón y camarones a la crema-, dátiles envueltos en tocineta, proteína -carne, pescado o cerdo- con pasta o risotto y postre. Una bacanal romana.

La cantidad de comida nos asustó un poco, así como su precio (2.952 Bs. por persona), por lo que decidimos pedir unas bruschettas de entrada, cuatro centros de lomito con vegetales salteados y un risotto de tomates secos para compartir.

Cuando llegaron las bruschettas hubo un problema matemático sin solución: habían tres y éramos cuatro. No sé cuando los restaurantes se pelearon con los números pares, pero esto pasa con frecuencia. En Pacífico, el plato de chupetas de cangrejo trae el insólito número de 5 unidades.

A pesar de la precaria porción de bruschetta que le tocó a cada uno, estaban divinas. Láminas delgadas de pan perfectamente tostadas, acompañas de tomate y queso de cabra. Decidimos pedir unas tartaletas de salmón, para llenar los espacios vacíos, que llegaron con los centros de lomito y el risotto.

Los centros de lomito estaban un poco crudos, por lo que tuvimos que mandarlos de nuevo a la cocina. Mientras esperábamos que regresaran, arrasamos con el risotto. Delicadamente preparado pero toscamente servido. Hágase la imagen de un arroz caldoso en un plato de sopa con color amarillo rojizo. Fatal. Pero no se deje llevar por un solo sentido, huela y pruebe. Aquello estaba delicioso.

Llegaron los centros de lomito con salsa de champiñones y vegetales salteados. El lomito se podía cortar con el tenedor y los vegetales podrían estar en el podio de los tres mejores vegetales que he probado. Zanahorias y calabacines finamente cortados acompañados con unas deliciosas papitas colombianas.

Cerramos con un cliché: fresas con crema y brownie con helado. Pagamos y salimos. Estaba lloviznando y la subida tuvo un nivel de dificultad superior a la bajada. Al terminar de subir ya habíamos quemado todas las calorías ingeridas, quedando probablemente en un déficit. Desde un punto de vista positivo, usted no tiene que llegar a su casa a montarse en el Orbitrek o a trotar como un demente alrededor de su casa. Desde un punto de vista negativo, usted dejó su dinero pegado en esa subida.

El servicio estuvo bastante bien. El ambiente divino. La comida excelente. Una atracción del Disney criollo que hay que visitar.

Bruschettas Il Picaccio

Tartaletas de salmón Il Picaccio

Centro de lomito con vegetales salteado Il Picaccio

Risotto de tomates secos Il Picaccio

Centro de lomito con vegetales salteado Il Picaccio

Fresas con crema Il Picaccio

Brownie con helado Il Picaccio