El Café del Establo – lo que la escasez se llevó

Hay una palabrita nefasta que ha venido convulsionado la cotidianidad del venezolano desde hace unos cuantos años. Es el mantra que se repite en cada supermercado, taller, casa, librería, bodega, farmacia, abasto, peluquería, ferretería y todo lo que termine en «ría». La desgraciada se conoce en los bajos fondos de la RAE como «escasez».

Como una enfermedad maligna, se ha ido metiendo sin prisa pero sin pausa en todos los ámbitos: material, espiritual, social. Si, y es que aquí no solo faltan la leche y la harina pan, también tenemos una fuerte escasez de educación, principios y valores. Sin embargo, la finalidad de este post no es deprimirlos ni recordar lo dañada que está nuestra sociedad, pero es menester quejarme y echarles un cuento de hambre en tiempos de escasez.

Por allá, por el año 2010, conocí El café del establo, un sitio que siempre tuve en mi TOP 5 de restaurantes (‘es mi lugar favorito pero voy a engordar demasiado’). En mi escala de clasificación, esos son los mejores. Son los restaurantes que siempre recuerdas pero casi nunca vas. Aquellos que le recomiendas a todo el mundo pero que tú llevas siglos sin ir, de vaina (no conseguí un buen sinónimo, me pareció demasiado nulo usar ‘carambola’, ‘broma’ o ‘chiripa’) sabes que aún existen (a veces ni siquiera sabes eso).

Y de repente llega un día súper x en el que, tratando de impresionar, llevas a alguien a comer a ese ‘lugar favorito’. Uno se la tira de gourmet, recomendando los platos que comiste hace casi un lustro. Uno si es inocente. Porque el problema es que uno jura que todo está igualito (como el cuartico de Panchito Riset). Sí, uno se hace la balurda ilusión de que la escasez y esas pistoladas no afectan a los restaurantes, como si quedaran en Suiza.

El problema de El café del establo es que la escasez los golpeó por varios flancos, pues hasta les quitó a los mesoneros la capacidad de comunicarse con los comensales. Como yo era una ‘experta’ en las especialidades del mentado establecimiento, no di mucho chance para ver el menú. Era obvio que teníamos que pedir el fondue de queso criollo y el plato de degustación mantuana.

El fondue de queso criollo está hecho a base de queso de mano, telita, llanero y guayanés; acompañado de arepitas fritas, cachapitas y mini bolitas de plátano . Si haces a un lado la imagen del montón de triglicéridos y colesterol viajando por tus arterias, aquello es mundial, es el cheat meal de tres sábados consecutivos (Dios no quiera que Sascha Fitness lea esto). Para muestra, una foto.

Fondue de queso - Café del establo

Antes de hablar del plato de degustación mantuana, considero relevante comentar que yo soñaba día y noche con este plato. Cuando hacía dieta, los antiguos espíritus del mal se apoderaban de mi cuerpo decadente, enviando mensajes oscuros con imágenes de los bollos pelones que componían esta degustación. Al ir al gimnasio -aquella época remota-, mi mente dibujaba ruedas de asado negro con arroz. No hubo un solo individuo conocido que dejase de escuchar lo maravillosa que era la polvorosa de pollo.

Dicho esto, procedo a explicar lo que en el 2010 era un plato de degustación mantuana en El café del establo: polvorosa de pollo, pastel de chucho, asado negro con arroz, chips de batata y 3 bollos pelones (cazón, pollo y carne). Todo en un solo plato. Importante destacar que los bollos pelones eran a base de plátano con un espectacular ‘tolete’ (porque pedazo se queda corto) de queso de mano como corona.

Año 2014. Escasez de harina pan, aceite, queso, papel toilette, educación, entre otros. La mesonera toma el pedido y sin decir ni ‘ñe’ se marcha. 15 minutos más tarde aparece el fondue. Cool, todo bien, llegaron las arepas, las cachapitas, las bolitas de plátano, todo estaba allí. Pasaron 5 minutos más y apareció un plato de dudosa reputación. Yo, arrecha (porque decir que estaba molesta no le haría justicia a mi estado de ánimo), vi a la mesonera con cara de ‘mijita… cómo te explico’. A lo que la susodicha respondió con un ‘ah, se me olvidó decirle que no hay bollos pelones y se lo reemplazamos por una mini cachapa’.

Yo, me reseteé. Se me formateó el disco duro. Hasta el día de hoy no he conseguido el insulto apropiado ni la grosería que relajaría mis músculos faciales ¿Mini cachapa dura y fría = 3 bollos pelones con tolete de queso? ¿En dónde le enseñaron a esta gente matemáticas? Por otra parte, si pudieron hacer el fondue de QUESO, si fueron capaces de  FREIR el arsenal de arepas, si lograron hacer bolitas de PLÁTANO, ¿cuál fue el ingrediente que faltó? ¿qué fue lo que la escasez se llevó?

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Yo no soy la misma desde aquel día. Aquel plato recordado con la emoción de un niño en navidad, se convirtió en mi peor pesadilla. Todo estaba frío. La RUEDA de asado se convirtió en una hilacha similar a unas sobras de carne mechada. Los chips de batata eran un arma blanca, no apta para personas con problemas dentales o planchas. Y la cachapa, ay la cachapa, era el peor insulto a cualquier alimento que se pueda preparar a base de maíz.

Perversa escasez, te llevaste mis bollos pelones, la mitad de mi asado negro, el calor de mi polvorosa de pollo, el crujir de mis chips de batata y el poder de comunicación de la mesonera que me atendió. Agradezco devolución inmediata.